La actividad ganadera modeló la arquitectura, dando lugar a construcciones bajas y amplias con tejados a doble vertiente, formando un bloque compacto junto a viviendas y construcciones auxiliares. El siglo XVII y XVIII representaron una etapa de decadencia, marcada por luchas y alteraciones en defensa de las libertades locales. A finales del siglo XVII, se estableció una sentencia arbitral que aún rige el reparto de beneficios del patrimonio comunal entre la ciudad de Albarracín y las aldeas de su Comunidad. A pesar de este declive, Jabaloyas mantuvo su actividad ganadera y vivió un renacimiento demográfico en el siglo XIX, marcado por el surgimiento del barrio de Villanueva y la construcción de nuevas edificaciones. A mediados del siglo XX, el pueblo experimentó un proceso de despoblación, llevando al abandono de algunas construcciones en el núcleo original. A pesar de los desafíos, Jabaloyas conserva su identidad histórica y arquitectónica, testimoniando la riqueza de la Sierra de Albarracín a lo largo de los siglos.
Jabaloyas, anclado entre los impresionantes paisajes de la Sierra de Albarracín, despliega su encanto en la provincia de Teruel. Este pueblo, exento del barrio de Villanueva, se presenta como un testimonio bien conservado de la trama viaria y la arquitectura de la época ganadera que lo vio nacer entre los siglos XIV y XVI, destacando numerosas construcciones de los siglos XV y XVI, así como un notable conjunto de arquitectura popular.
Ubicada entre las sierras de Javalón y Peñarredonda, en una altiplanicie a los pies del imponente pico Javalón, la localidad se enriquece con restos de un asentamiento ibérico, sumergiéndose en la historia antes incluso de su origen registrado. Jabaloyas fue parte del reino taifa de Albarracín y, posteriormente, del señorío de los Azagra en el siglo XII. Documentada por primera vez en 1284, la población se convirtió en un punto estratégico al incorporarse, en 1379, al territorio de la Corona de Aragón.
